martes, 16 de junio de 2009

Coolhunting es cosa del pasado

Insistentemente, se tiende a asociar el coolhunting a una práctica de investigación de tendencias, casi exclusivamente, asociadas a la moda o al mundo fashion. No muy satisfecha con esa asimilación, he ido en búsqueda de teorías que me hiciera sentir una coolhunting por identificación.

Ya que a la moda no puedo aceptarla simplemente como una práctica efímera de vestirse que cambia en cada colección y a criterio de los caprichos de los diseñadores, necesitaba encontrar una definición que me permitiese seguir creyendo que las tendencias van más allá que las estaciones del año, por ejemplo.

“La futurología despegó en los años cuarenta patrocinada por los think tank (grupos de estrategas y planificadores) dedicados a observar tendencias y a investigar en el desarrollo de escenarios. Dado que las empresas también están interesadas en cómo los acontecimientos futuros pueden afectar a sus perspectivas económicas, los futuristas pronto pasaron a prestar servicio a los intereses militares a incorporarse a las grandes corporaciones.

Poco después, los futuristas dejaron de hacer sólo predicciones para los negocios y comenzaron a pronosticar tendencias que permitieron cosechar grandes ganancias corporativas y, de paso, buscar la rentabilidad para ellos mismos (…) Los futuristas, de forma insólita, se asemejaban a los marxistas rusos, que también concebían la historia como inevitable conforme a su idea de futuro.

Los futuristas, pese a sus diferencias de segundo orden, compartían dos objetivos. Uno era predecir el futuro desde el punto de vista de las grandes tendencias que afectarían a cuentos de millones de personas. El segundo era conseguir que estas tendencias fueran relevantes para los intereses empresariales. Estas corrientes debían se populares y a la vez lucrativas.” (Lee Siegel).

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